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Por siempre… Eduardo

(Por Susana Spano) Pudimos habernos conocido desde la infancia, haber compartido risas, sueños y mil historias únicas e irrepetibles, pero el destino eligió otro camino. Aun así, quiso que nuestros pasos se encontraran en el lugar que siempre sería nuestro leitmotiv, nuestro refugio y nuestra pasión: el teatro.

Corría el año 2011. En Mercedes se celebraba el Primer Festival de Teatro Independiente. Durante un entreacto, mi amigo, Eduardo Grinovero,  coincidió conmigo en el palier del primer piso del Teatro Argentino y me dijo:

  • Vení, te quiero presentar a mi maestro,  Eduardo de Laudano –

Lo seguí, un tanto inquieta. ¡Había escuchado tanto sobre él!  ¡Su nombre despertaba verdadera admiración entre quienes habían sido sus alumnos! Sin embargo, apenas estrechar su mano e intercambiar algunas frases encontré una persona con la que fácilmente podía transportarme, hacia el pasado y al presente al unísono. Su capacidad de comunicarse, su don de gentes y su amor por el arte nos llevaron a un territorio de plenitud. De aquel primer encuentro salimos amigos, caminando juntos  hacia el futuro.

Era un conversador infatigable, su sentido del humor, irónico y punzante, nos unía con una  complicidad única: bastaba una mirada para entendernos. Conservaba, sin embargo, la ingenuidad del niño travieso y luminoso que jamás lo abandonó.

En teatro hizo todo: fue actor, pero un día decidió bajarse y comenzar a dirigir. En una entrevista le pregunté si había sido difícil. Con esa chispa que lo caracterizaba me contestó: “Es como cuando me preguntan ¿sentiste dejar de fumar? ¡No! Ya no. Es tan rico el poder dirigir, tiene tantos matices. Estás un poco en cada uno de los personajes, los vas guiando”.

“A mí me cuesta mucho dejar una pieza; en el momento que la dejo es de los actores y del público y les digo: desde ahora en adelante se abre el telón y ustedes son los oficiantes de esta ceremonia”.

Su carrera como docente en Mercedes fue rica y fructífera, primero en el Colegio Nacional, en la Escuela Normal, después. Siempre me decía cuánto aprendió de sus discípulos: “pude darme cuenta de esa cosa natural que tiene el adolescente, que cree que se va a comer el mundo y que podían hacer una escena solos ¡Y la hacían! Porque tenían confianza en ellos mismos”.

Entre sus alumnos, siempre mencionaba a  Eduardo Grinovero,  Carlos Zunino, Víctor Stabile, Jorge Naipauer, Papina Mariela,  Carolina Fal, y muchos más.

Pasaron años y con ellos innumerables experiencias artísticas. Sin embargo, su destino lo llevó de regreso al “primer amor “. Cuando se reactivó la Comedia Municipal fue convocado para dirigir una nueva obra. Su sueño era montar una tragedia griega; no pudo ser. En su lugar, ideó una creación colectiva, con dramaturgia propia, en la que buscó reflejar la historia de nuestro país. El resultado fue una puesta que recuperó esa magia inalterable que Eduardo de Laudano sabía imprimir a cada espectáculo.

“La Fila”, como la bautizó, se estrenó el día de su cumpleaños – 26 de noviembre de 2017–. Fue maravilloso verlo, al final, agradecer a sus actores y reencontrarse con el público que, durante tantos años había esperado poder disfrutar una obra suya…

Alguna vez me dijo que “el actor es un acróbata, que se tira a hacer la pirueta y debe aferrarse a algo para no caer. Que el actor tiene que estar en un eterno presente, porque nosotros vivimos en un eterno presente”

Por eso, cuando recibí la noticia de su partida, recordé aquella frase y sentí que él sigue allí, en un eterno presente, porque está en la memoria de cada uno de los que tocó con su magia infinita, su imaginación desbordante y su eterno asombro.

Es difícil despedir a alguien que ha sido especial. Creo que a él le gustaría que lo hiciera con una frase de un autor que siempre lo interpeló: Bertol Brecht

“Hay hombres que luchan un día y son buenos.

Hay otros que luchan un año y son mejores.

Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.

Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”

¡Gracias Eduardo, por ser imprescindible! Gracias… por ser mi amigo

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